Aragón Liberal 22/09/06
Nuestra
ciudad siempre está en vigilia, nunca descansa y siempre la refrigean.
Siendo menester la conveniente acometida de ciertas obras, los
responsables locales, alejados de previsión urbanística, levantan
casualmente a destiempo.
Zaragoza es una de las ciudades que
siempre está en obras. Parecer ser que las previsiones urbanísticas no
coinciden con los plazos de finalización de los trabajos ni con una
estrategia planificadora viable. Si alguien se pasea por las calles de
la localidad, además de encontrar polvo, barro y todo tipo de suciedad,
se encontrará irremediablemente con atascos, empujones y con una
caótica desesperación.
No sé hasta que punto el alcalde de
Zaragoza y el concejal de urbanismo, señores Belloch y Gaspar, reparan
en observar que las fiestas del Pilar, que conmemoran a la sazón el día
de la Hispanidad y son los festejos locales por excelencia,
inexorablemente despuntan sobre la ciudad y que van a albergar a un
nutrido y variado personal. El casco Histórico esta boca arriba,
Eghegaray y Caballero patas abajo, Doctor Cerrada empantanada y así una
retahíla de tareas que fracturan el corazón de nuestra querida y
degradada ciudad.
Se levantan las aceras y el pavimento
cuantiosas veces para introducir paulatinamente y sin perspectiva toda
suerte de cables, tuberías y demás artilugios tan “necesarios” como
inoportunos. En demasiadas ocasiones las acciones son extemporáneas y
llagan tarde a su ejecución.
Está bien que el dinamismo vital de
la urbe requiera el mantenimiento de las instalaciones pero también se
precisa una planificación urbanística minuciosa y analítica que bajo el
principio de racionalización haga reducir costes, aminorar riesgos y
crear intereses alternativos.
Me gustaría recordarles al binomio
Belloch-Gaspar que los presupuestos no deben obedecer a decisiones de
despilfarro y que calcular escrupulosamente el gasto público es una
obligación que compete a la responsabilidad de los cargos electos
gubernamentales aún siendo éstos de carácter temporal.