En cuanto a mis tesis…
Termino
aquí la serie de artículos dedicados al señor Reig Tapia y sus
compañeros de aventura, Preston, Viñas y demás. Como no parecen haber
entendido mucho de mis libros --quizá ni los hayan leído--, y ello se
nota mucho en sus intentos de crítica, procuraré resumirles algunas de
mis tesis
1.- He distinguido en la España
contemporánea tres ciclos de sesenta-setenta años cada uno,
caracterizados por el intento de asentar una convivencia estable en paz
y libertad. Dos de esos ciclos fracasaron en sendas repúblicas,
desastrosamente demagógicas, y el tercero corre grave riesgo de
terminar de modo parecido a manos de quienes quieren enlazar nuestra
democracia actual con lo peor de la anterior república, es decir, con
el Frente Popular. Esta periodización, como todas, es en parte
arbitraria, pero bastante útil, creo, para enfocar nuestros avatares
históricos. Tampoco sugiero que una república sea necesariamente
nefasta, aunque hasta ahora sí lo haya sido en España.
2.- La II República, de 1931-36, puede entenderse como el último efecto del fracaso del régimen liberal de la Restauración.
Contra la tendencia habitual en la izquierda y en el franquismo,
considero el balance de la Restauración, con todas sus deficiencias,
muy positivo tanto económicamente (prosperidad creciente) como
políticamente (libertades). De haberse mantenido, España se habría
evitado muchas tragedias.
3.- Entiendo también que la
responsabilidad por el fracaso de la Restauración recae en primer lugar
sobre los movimientos mesiánicos y desestabilizadores (socialismo,
anarquismo y separatismos) en auge desde la crisis moral del 98; en
segundo lugar a lo que José María Marco ha llamado “traición a la
libertad” por parte de los intelectuales punteros de la época (Azaña,
Ortega, Costa etc.), los cuales, también desde el 98, dejaron a la
Restauración sin respaldo moral e ideológico, y apoyaron los
mesianismos; y en tercer lugar a defectos del régimen que éste no pudo
superar debido a los continuos y violentos embates de sus enemigos. La
mayor parte de la historiografía de izquierda y de derecha ha centrado
su análisis en tales defectos, dejando en la sombra los otros dos
factores, e incluso justificando las acciones y denuncias mesiánicas, u
omitiendo su fondo totalitario o antidemocrático. Hoy va cambiando esa
tendencia historiográfica.
4.- En 1923, los
enemigos de la Restauración habían llevado a esta a una crisis
revolucionaria, a la cual respondió el golpe de Primo de Rivera,
saludado con alivio casi universal. La dictadura de Primo, muy ligera,
presidió la época de más rápida modernización del país hasta los años
60. Pero políticamente fue estéril, y la marcha del dictador dio paso a
una transición que se vería desbordada por el republicanismo.
5.-
La legitimidad de la II República no procede de unas elecciones
municipales, que además perdieron los republicanos, sino de la quiebra
moral de la monarquía, que les entregó el poder. La II República nació,
pues, legítimamente y como una democracia liberal. Pero en ella tomaron
pronto el mayor protagonismo las mismas fuerzas revolucionarias,
jacobinas y separatistas que habían arruinado la Restauración. Estas
tuvieron entonces su oportunidad histórica y pudieron mostrar lo que
valían.
6.- El fruto de la acción jacobina y
revolucionaria fue, en el primer bienio, un constante rebasamiento de
la legalidad, y violencia creciente (quemas de conventos, bibliotecas y
aulas, Ley de Defensa de la República, insurrecciones anarquistas y
represiones brutales, vulneración de las libertades en la misma
Constitución so pretexto de lucha contra la Iglesia, etc.); en el
segundo bienio, aquellas fuerzas asaltaron la legalidad republicana
cuando el pueblo, tras la convulsa experiencia del primer bienio, dio
el poder a las derechas. Las izquierdas y nacionalistas catalanes
concibieron su sangriento asalto de octubre de 1934 como una guerra
civil, la cual empezó entonces por esa razón, porque cuajó en auténtica
guerra en Asturias, y porque sus promotores no cambiaron básicamente
sus posiciones después de haber sido vencidos. De ahí que cuando
volvieron al poder, tras las anómalas elecciones de febrero del 36,
liquidaran la Constitución mediante un proceso revolucionario desde la
calle y la ilegalidad permanente desde el gobierno.
7.- Contra
toda una infundada corriente historiográfica, la derecha y la Iglesia
no respondieron con violencia (salvo la Falange) a las continuas
agresiones y desmanes que sufrían, y en octubre de 1934 defendieron la
legalidad republicana a pesar de sus defectos. La corriente
golpista fue insignificante y sin apenas apoyo, como demostró en 1932
el ridículo golpe de Sanjurjo (un general que había ayudado a traer la
república mucho más que la mayoría de los líderes republicanos, también
debe recordarse). Pero las demagogias y violencias vividas inclinaron
progresivamente a la derecha, que había aceptado la república en
principio, a soluciones autoritarias.
8.- El
alzamiento de julio del 36 no se hizo contra una democracia ya
inexistente, sino contra un proceso revolucionario y los abusos de
poder del gobierno, intolerables en cualquier régimen de libertades.
Contra las tesis lisenkianas, no fue la guerra la que destruyó a la
democracia, sino que la destrucción de la democracia por las izquierdas
y los separatistas causó la guerra civil. Con la experiencia
republicana habían quedado muy pocos demócratas, tanto en la derecha
como en la izquierda, y esos pocos eran por completo impotentes frente
al impulso revolucionario.
9.- La propia
dinámica de la guerra acentuó los rasgos autoritarios en la derecha.
Fue una contienda entre revolución y contrarrevolución, no entre
demócratas y fascistas o reaccionarios, como grotescamente mantiene la
historiografía lisenkiana. De creer a esta, como ya he dicho, la
democracia en España habría estado en las buenas manos de Stalin y de
sus agentes del PCE, de los marxistas, anarquistas, racistas y
compañía. Solo tal pretensión ya define la honradez intelectual de sus
sostenedores.
10.- El régimen franquista fue
una dictadura autoritaria, incomparablemente mejor, con todos sus
defectos, que las totalitarias a que han aspirado o con las que han
simpatizado las izquierdas españolas. Haciendo el balance global,
debe reconocerse que el franquismo derrotó a la revolución, libró a
España de la guerra mundial, derrotó el intento posterior de resucitar
la guerra civil (el maquis), fue apaciguando los viejos odios
y dejó un país próspero. Con ello creó las bases de una democracia
muchísimo más estable y real que la república.
11.- Ni el franquismo ni su oposición, mayoritariamente comunista y terrorista, eran democráticos.
Sin embargo la transición fue posible gracias a la evolución, dentro de
la dictadura, de un creciente sector reformista y liberalizante. La
transición recibió el ataque de una oposición que se identificaba con
al Frente Popular y se empeñada en la ruptura. Pero la oposición
rupturista fracasó y hubo de aceptar finalmente la transición.
12.- Los
mayores peligros para la democracia, desde la transición, han sido el
terrorismo, diversos grados de complicidad con él en varios partidos,
el terrorismo desde el gobierno, las oleadas de corrupción y el
sostenido socavamiento de la independencia judicial y de la propia
Constitución. Todas estas amenazas proceden fundamentalmente de
aquellos partidos que se sienten herederos del Frente Popular y de los
enemigos del régimen liberal de la Restauración; su falsificación de la
historia también ataca la democracia, al tratar de recuperar los odios
del pasado. Son esos partidos los que hoy están provocando una grave
crisis de la convivencia en paz y en libertad conseguida después del
franquismo.
En fin, cada una de estas tesis
puede desarrollarse en otras derivadas, que las justifican más en
detalle. Pero con esto basta, espero, para orientar a Reig y sus
acompañantes, y quizá para incitarles a leer con mayor atención los
libros que critican tan a la ligera. El observador percibirá
que no hay en ellas nada de franquismo, ni de Arrarás, ni de “extrema
derecha” etc., aunque en algunos puntos coincidan. Esas coincidencias,
cumple señalarlo, no vienen en mis libros de la propaganda franquista,
sino, precisamente, de una extensa documentación de las izquierdas. Y,
no lo olvidemos, el mismo Arrarás desvirtúa los hechos en mucha menor
medida que nuestros alborotados y a su modo encantadores lisenkos.
Pio Moa.
También en http://aragonliberal.blogspot.com