Presentación
ayer de la "Fundación PROLIENA", Fundación para la Promoción de la
Libertad de Enseñanza en Aragón. Conferencia del escritor y columnista
Juan Manuel de Prada.
Muchos, la mayoría, conocerán a Juan Manuel de Prada como ése joven de gafas apasionado del cine de John Ford que solía intervenir en el programa de Garci. No pocos recordarán su deslumbrante primer obra "grande" "Las Máscaras del Heroe"
y su consolidación posterior como uno de los mejores novelistas
actuales en español. Se que no pocos lo usan como uno de los últimos
clavos ardientes a los que agarrarse (el otro es Mingote) para justificar el diario ritual de comprar el declinante ABC.
Ayer Juan Manuel de Prada estaba en Zaragoza en calidad de conferenciante para presentar la Fundación Proliena.
Su conferencia, tenida en el Salón de Actos de la Cámara de Comercio de
Zaragoza, confirmó que detrás de la buena prosa hay un análisis
perspicaz y unos sólidos fundamentos morales e intelectuales.
La conferencia llevaba por título: "¿Qué educación? ¿Qué ciudadanía?" y debía versar sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía que el socialismo rampante pretende infligir sobre la próxima generación. A Prada
enseguida se le quedo pequeño el asunto y lejos de realizar una
estrecha crítica partidista y coyuntural acabó realizando una completa
denuncia del estado moral (grave, por cierto) en que se encuentra
nuestra civilización.
Empezó asegurando Prada que la Educación para la Ciudadanía
no es sino la guinda (amarga, añadiría yo) que corona una estrategia
política que va mucho más lejos que el mero partidismo de las siglas.
Esa guinda corona un pastel, rectius empanada, que tiene como
ingrediente principal la pérdida de genealogía intelectual y espiritual
a la que se quiere condenar a la sociedad actual. Una pérdida o más
bien un expolio que deja a nuestra civilización en la más desoladora de
las orfandades intelectuales y que se inicia con la práctica expulsión
del latín de los programas educativos, expulsión a la que siguen la
capitidisminución general de las humanidades: literatura, arte, cultura
religiosa y aun historia . Con ello se pretende acabar con la
Tradición, la "Traditio" la entrega que cada generación hace a las posteriores del acervo que ellos a su vez recibieron. Oyendo a Prada no pude en este punto dejar de pensar en la idea de progreso de Hayek como paciente acumulación de aquellas instituciones humanas que han recibido el refrendo de los siglos.
Y esto es precisamente lo que está en marcha, un proceso fatalmente arrogante,
que no por casualidad sino con el más determinado de los designios
busca privar al hombre de sus referentes, de los anclajes y puntos de
referencia que proporciona la cultura humanística, una cultura que nos
proporciona unos "centros de gravedad permanentes" en base a
los cuales interpretar el mundo que nos rodea. Cualquiera que haya
estado en un macrocentro comercial entenderá a lo que me refiero: el
diseño de los megacentros comerciales excluye intencionadamente las
referencias espaciales para que el cliente quede desorientado a merced
de ofertas y tentaciones pasajeras: lo que es legitimoy razonablemente
inocuo en un centro comercial donde se es libre de entrar o no se
quiere aplicar a nuestar entera sociedad en una colosal obra de
ingeniería social. De esta forma el hombre actual queda incapacitado
para explicar su presente en referencia a un pasado del cual lo ignora
todo. Hemos vuelto a la más completa animalidad, a ese tigre que, como
recuerda Ortega ha de comenzar cada mañana a ser primer tigre sin recuerdos de tigres previos.
Huelga
decir el pavoroso poder que acumula entonces el prestidigitador que de
forma tan artera ha hecho desaparecer el pasado. Está ahora en
condiciones de reinterpretar la realidad a su antojo y por ejemplo
podrá presentar los derechos humanos como graciosa concesión "ex novo"
sometida por tanto a reinterpretación constante del legislador. Vida y
propiedad ya no son derechos naturales, inalienables de las personas
sino que están sometidos al capricho/conveniencia del legislador.
No es casualidad que a lo largo de la historia siempre el totalitarismo en todas sus encarnaciones haya querido crear el "hombre nuevo" y me extrañó que Prada no hiciera referencia a la "Rebelión en la Granja" en la que Orwell relata magistralmente el caso: lo primero que hace el cerdo Napoleón, mientras Snowball se
dedica a organizar a vacas y gallinas es secuestrar a los cachorros de
perro recien nacidos y educarlos/adiestrarlos en beneficio propio. Al
sutil Orwell tampoco se le escapó que una vez expulsado Snowball de la granja y con la ayuda de sus perros Napoleon se dedicará con la ayuda del cerdito propagandista Squealer a cambiar sistemáticamente la historia. Aun la más cercana.
En definitiva, si la educación humanística busca personalizar al hombre posibilitandole la introspección y la reflexión la "nueva educación" busca despojar a las personas de sus rasgos distintivos, convirtiendolas, y volvemos a Ortega,
en hombres-masa. El hombre-nuevo es un hombre liberado de la tradición
en el que ésta se substituye por nuevas reglas y las nuevas reglas,
recuerda perspicazmente Prada bien pudieran ser tiránicas, puesto que la tiranía se puede dar en caulquier forma de gobierno, también en la democracia.
Pueden existir, existen, de hecho, formas degeneradas de democracia
infiltradas de tiranía y una de las formas de penetrar la democracia de
tiranía es mediante la transmutación inversa de la educación en plomiza
ingeniería social. El hombre masa, el hombre liberado de la Tradición
va a recibir la "
Educación para la Ciudadanía". Una educación
que va a dar valores nuevos, nacidos de una visión ideológica parcial y
raquítica. En vez de que los niños absorban orgánicamente los
valores ciudadanos
de su civilización como el derecho de propiedad o el derecho a la vida
o la libertad de mercado van a recibir una reinterpretación ideológica
completamente sesgada. Volvemos a
Orwell: lo negro es
blanco si la disciplina de partido así lo demanda. Esa interpretación
sesgada se convertirá de forma automática en moral pública.
¿Qué hacer? Enarbolar los derechos que nos asisten.
Prada terminó con una llamada a la rebelión cívica, recordando a
Thoreau cuando dijo que "
si
la maquinaria del gobierno está dispuesta de tal manera que te hace
caer en la injusticia, sólo te puedo decir que rompas la ley".
Si
el día en que comience a aplicarse la Educación para la Ciudadanía un
millón de padres dejan de llevar a sus hijos a clase la ley será
imposible de aplicar.
Pues eso.
Ver
Benevolencia del cervecero