3 de Junio, 2007

La renovación del PP aragonés (II)

Por Oroel - 3 de Junio, 2007, 21:58, Categoría: Opinión

La renovación del PP aragonés (II)

 

Los hechos son tozudos y demuestran que el PP aragonés presenta algún significativo “hecho diferencial” con respecto al resto de España, alguna deficiencia estructural o de funcionamiento que urge corregir.

Y esa es la principal responsabilidad de sus líderes. Ahora mismo debiera ser su máxima preocupación y su máxima prioridad. Porque alguien que cierra los ojos ante la realidad no es un líder... aunque crea serlo.

Los resultados municipales no ofrecen ninguna duda, ni permiten ningún tipo de complacencia:

Aragón es la Comunidad donde más representación local ha perdido el PP

He aquí la carta de un militante del PP que aparece en el Heraldo de Aragón del domingo, 3 de junio:

“Soy afiliado al PP hace muchos años y siento pena de lo ocurrido en las últimas elecciones. En el resto de España el partido ha obtenido buenos resultados, excelentes en algunos lugares, pero en Aragón hemos vuelto a fracasar. No me vale querer disfrazar estos resultados. El PP debe ser como el Real Madrid del fútbol: a la afición no le sirve el segundo puesto. Por equipo y por historia sólo vale ser el primero. Y eso mismo es el PP: por partido y por historia sólo vale ser los más votados y gobernar. Todo lo demás es fracaso y eso es lo que ha ocurrido en estas dos últimas elecciones. ¡Basta ya! Hay que mover del sillón a esas personas que cobran su buen sueldo y parece que esto no va con ellos. El partido necesita un cambio de imagen y de personasen Aragón, porque así se lo están diciendo, en las urnas, los ciudadanos”.

Para mí, ya lo he dicho, lo más grave de entre los errores cometidos por el PP en la última legislatura ha sido su renuncia a alzarse como un referente para el electorado, alguien perfectamente distinguible y diferenciable del resto por sus formulaciones políticas. Ha hecho suyas las directrices de Madrid sólo parcialmente, de manera indudable en aspectos tales como la lucha antiterrorista, pero se ha confundido con el paisaje político aragonés, aceptando disciplinadamente la dictadura de lo políticamente correcto, marcada precisamente por sus adversarios, Iglesias y Biel. Así, se ha equivocado en temas como la política hidráulica, donde podía haber defendido los postulados de su partido, si alguien los hubiera estudiado y entendido. No ha habido nadie en el PP aragonés que lo haya hecho. Con los hechos ocurridos en esta última legislatura podría haber desenmascarado a Marcelino y desarbolado toda su política hidráulica, coherente y enérgicamente. Y ha preferido ignorar las directrices nacionales de su partido, para pasmo de sus votantes, en temas tales como la reforma del Estatuto.

El PP ha podido -hubiera debido- hacer una política de oposición inmisericorde frente a la corrupción. Podría haber depositado sobre la tribuna de las Cortes y sobre la mesa de la Fiscalía un dossier del tamaño de varias guías telefónicas con nombres y datos de contrataciones irregulares en las comarcas y empresas públicas. Ha dispuesto de información valiosísima, o hubiera podido obtenerla, y no la ha empleado. ¿A qué tipo de cálculo puede obedecer esa actitud? Cualquiera que sea, es obvio que era erróneo.


La estructura provincial de Zaragoza se ha centrado casi exclusivamente en la capital, tratando de consolidar la candidatura de Buesa, excesivamente personalista, mientras se han descuidado hasta extremos casi suicidas las comarcas. Ha habido vetos incompresibles, como el de San Mateo de Gállego. Se ha “premiado” a personajes que han causado un daño irreparable al partido en estos últimos meses en comarcas significativas como Calatayud, donde el PP se ha empeñado en autolesionarse, sin ayuda de nadie...

Si prefieren cerrar los ojos ante todo ello, no harán sino garantizarse unos todavía peores resultados en las próximas elecciones. Podrán aparcar temporalmente el recambio de personas, pero no pueden eludir el necesario cambio de actitudes y de políticas. La oposición en un régimen democrático es tan importante como el gobierno.

La renovación del PP aragonés (I)

Por cartapacioliberal - 3 de Junio, 2007, 18:05, Categoría: General

La renovación del PP aragonés (I)


Harían mal los líderes del PP aragonés en considerar desleales a todos los que en estos días vienen reclamando un ejercicio de autocrítica y, como resultado de la misma, una revisión de actitudes y una necesaria renovación.

Desleal, en las actuales circunstancias, es el que mantiene un discurso adulador y de indiferencia ante los graves resultados electorales obtenidos.

En el Heraldo de Aragón del sábado, día 2 de junio aparecía este largo artículo de Mikel Iturbe, titulado “Final de una etapa”:

“Mirarse al espe­jo suele ser sufi­ciente para re­conocer un ros­tro macilento, aunque cuestión bien distinta es aceptar la evidencia que traslada el cristal. La negación de la reali­dad responde al miedo, la torpe­za o el instinto de supervivencia, razones que solapadas conforman una peligrosa amalgama de difícil limpieza.

Pese a que los dirigentes del PP Aragón se afanan estos días por justificar sus malos resultados en las elecciones del pasado domin­go protegiéndose bajo el paraguas del concejal ganado en el Ayun­tamiento de Zaragoza y el nuevo diputado regional –¡bendita Ley D'Hondt!-, las cifras reflejadas en el espejo de las urnas hablan de un descalabro mayúsculo. Tan so­lo en la Comunidad, los popula­res han perdido cerca de 12.000 votos, agujero al que se le conce­de auténtica dimensión cuando se pregunta por el destino último de las 7.000 papeletas que el al­caldable Domingo Buesa se ha dejado por el camino.

La falta de tirón de los candi­datos popu1ares -tan solo Rober­to Bermúdez de Castro (Huesca) y Manuel Blasco (Teruel) han sal­vado parcialmente los muebles-, su escasa identificación con los votantes y la ausencia de un mí­nimo proyecto político propio, al margen de la disciplinada repeti­ción de las consignas impuestas desde Madrid, han logrado que, por primera vez en la corta histo­ria electoral de Aragón, la abs­tención no beneficiase directa­mente al centro-derecha. Los lí­deres del PP han rizado el rizo de la antipatía, de la falta de atracti­vo hacia un cartel electoral y han conseguido, ellos solos y sin ayuda de ningún rival político, que su electorado se quedase en casa la tarde del pasado 27-M.

Transcurrida una semana de las elecciones, los dirigentes del PP continúan negando el análisis frío de los datos. De hecho, ningún cargo se ha planteado presentar su dimisión -se apela a la respon­sabilidad para justificar la per­manencia-, mientras se proyecta una sensación patrimonial de los puestos que habrían de quedar vacantes. En realidad, los resulta­dos son los peores que se podían haber cosechado, enmascarados, a su vez, por unos brochazos de maquillaje abstencionista, que ocultan la situación de crisis por la que atraviesa el partido.

Desde Madrid se ha pedido a los dirigentes populares que cie­rren filas en Aragón ante la extendida sensación de que Rodrí­guez Zapatero pueda adelantar la cita de las elecciones generales. El miedo a resultar pillados en pleno proceso de cambio parece que preocupa mucho más que lle­gar nuevamente a las urnas con un equipo débil y desorientado. Olvida el PP que con esta mal planteada estrategia de autopro­tección solo logra agrandar el ta­maño de un problema para el que los cuidados paliativos ya no sir­ven y sólo la cirugía mayor reme­diará un mal incurable. Lo que le ocurre al PP en Aragón no es so­lo un problema de caras nuevas o de renovación de cargos, los po­pulares tienen que tejer un pro­yecto propio y reconocible por el electorado del que hoy carecen. El convencimiento de que las su­bidas y bajadas en la vida política de un partido de ámbito nacional quedan sujetas a corrientes aje­nas a lo autonómico, creencia muy extendida entre los dirigen­tes aragoneses del PP, ha arruina­do durante estos últimos meses los esfuerzos por construir una corriente de cambio. Ha faltado valor, incluso el atrevimiento mí­nimo para pactar las diferencias con Génova y para, especialmen­te, aceptar que los ganadores de las guerras intestinas no son siempre los más indicados para li­derar una lista electoral.

Para que la vida política arago­nesa alcance cierto grado de plenitud, una saneada actividad pública, resulta imprescindible que la oposición quede construi­da bajo parámetros que concedan la máxima de las fortalezas. El fla­co favor que se hace al sistema no asumiendo el papel opositor en unas mínimas condiciones solo contribuye a debilitar aún más al partido que no disfruta de todos los mecanismos que facilitan to­da acción de gobierno. Mal lo tie­ne el PP, porque igual de mal le ha ido a todos aquellos que con ca­rácter previo a las elecciones comenzaron a postularse como su­cesores de Gustavo Alcalde. Qui­zá, el cambio haya de ser tan pro­fundo que los que hoy están ten­gan que marcharse, para dejar si­tio a los que ya estuvieron o nun­ca se atrevieron a llegar.

El tiempo, como de costumbre, marca nuevas urgencias, aunque todavía más de uno piensa que ca­si gana las elecciones”.

Quiero enfatizar esa frase del artículo: “los po­pulares tienen que tejer un pro­yecto propio y reconocible por el electorado del que hoy carecen”, porque coincide exactamente con lo que yo sostengo: El PP ha renunciado a ser un referente nítido para el electorado aragonés, y particularmente para el centro derecha, desorientado ante sus formulaciones políticas, y para la clase media tan duramente castigada por los partidos gobernantes en estos últimos años. El PP no ha planteado ninguna solución, ninguna oposición digna de tal nombre ni ninguna denuncia valiente y comprometida. Nada que lo diferencie del resto.

(Continuará)

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