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Desde el inicio de nuestra actividad hemos defendido la imperiosa necesidad de un pacto de los dos grandes partidos para la defensa de la Nación y de las instituciones frente a los embates del separatismo. La política de Zapatero ha ido en la dirección contraria, aliándose con quienes no tienen otro objetivo más que la descomposición de España.
A pocos meses de las elecciones tendríamos que ser muy cándidos para esperar una rectificación creíble del Gobierno. Pero el órdago de Ibarreche y la campaña contra la Monarquía, en tanto simboliza la unidad de la Nación, debería mover al socialismo español a una profunda reflexión sobre la deriva de España.
El referéndum de autodeterminación anunciado por el presidente del Gobierno autonómico vasco no es un farol electoral ni un gesto de cara a la galería. El reto a la unidad de la Nación llega después de tres años en los que el Gobierno ha asumido las tesis del PNV en el infame y mal llamado “proceso de paz”. En Cataluña, la campaña contra la Corona ha nacido en los aledaños de Esquerra Republicana, el principal aliado de Zapatero en esa región. El mimetismo con los nacionalistas que ha practicado el presidente del Gobierno sólo ha arrojado una mayor radicalización del separatismo, más legitimado que nunca, y el cuestionamiento diario e insoportable de la Nación española.
Lo hemos dicho muchas veces, pero ahora ya estamos en un punto sin retorno. El socialismo español debe cambiar urgentemente de rumbo. Y, a estas alturas, sólo parece posible con una derrota electoral de Rodríguez Zapatero. | 
