¿Cumplir o no cumplir?, esa es la cuestión
Por foro aragón liberal - 12 de Octubre, 2007, 0:06, Categoría: General
12.10.2007. Pro Vida.
Por: Colaborador Cuenta la anécdota que un oficial de tránsito detuvo a una persona que se saltó un semáforo en rojo. Cuando el oficial le pregunta porqué lo hizo, el interpelado responde: "es que no lo vi". Y, ante la cara de incredulidad del policía, añade: "no lo vi a usted"... Andrés Ocádiz Amador Cuántos de nosotros nos reímos pero, a la vez, sabemos que el
infractor bien podríamos ser nosotros mismos. "Si nadie me ve, o nadie
es perjudicado –decimos– me puedo saltar las leyes". Pero, ¿de verdad
puedo hacer tal cosa? Por definición, una ley es "un precepto dictado por la autoridad
competente en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la
justicia y el bien de los gobernados" (Diccionario de la RAE). Puesto
que "va en consonancia con la justicia y el bien", todos estamos
obligados a cumplirla e, incluso, nos conviene hacerlo. De hecho, vemos
muchas leyes que claramente procuran nuestro bien, por ejemplo, la
educación debe ser gratuita y obligatoria. Todos comprendemos que esta
ley es justa y buena, y, por lo mismo, es conveniente que sea observada
sin dilación. Nadie tiene problemas con este tipo de leyes, porque sabe
que le producirán un bien, de modo que se somete a ellas con sinceridad
y hasta con cierto agrado. Pero hay un segundo tipo de leyes que no son ni buenas ni justas.
Tomemos el caso del aborto. Sé que el aborto está mal, y porque una ley
me permita (y en algunos países hasta me obligue) abortar, puedo
negarme a obedecer, porque va en contra de la ley natural que me dice
"no mates". Los Estados pueden hacer leyes incorrectas, y es en estos
casos cuando podemos recurrir a la objeción de conciencia y no
someterse, porque la ley no está respetando ni el bien ni la justicia.
Gracias a Dios hay decenas de testimonios de jueces, médicos, políticos
o personas particulares que han perdido una buena posición laboral por
negarse a aceptar el aborto, las uniones homosexuales o la eutanasia.
Y, paradójicamente, no cumpliendo la ley (este tipo de leyes) están
haciendo lo correcto. Pero llegamos, finalmente, a un tercer tipo de leyes que nosotros
mismos calificamos de "opcionales". Y el mejor ejemplo de todos es la
normativa de tránsito. Si no viene nadie, si no me ven, si no estorbo,
etc., me salto la norma. Y muchos nos preguntamos: si voy conduciendo a
las 12:00 de la noche en una vía absolutamente vacía, ¿por qué tengo
que detenerme ante el semáforo en rojo? Si nos dejamos llevar por el
pragmatismo, haremos caso omiso del semáforo sin ninguna consideración;
pero San Pablo nos ofrece la respuesta: "Someteos todos a las
autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de
Dios" (Rm. 13, 1). Habrá quien objete "entonces, Dios quiere el aborto". Pero no es
así. Si bien toda autoridad proviene de Dios, la autoridad continúa
siendo libre y puede usar mal el poder recibido. Cristo mismo, a pesar
de estar siendo acusado falsamente, se sometió a Poncio Pilato, pero
recordándole que "no tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera
sido dado de lo alto" (Jn. 19, 11). Dios quiere que nos sometamos a las
autoridades establecidas y cumplamos las leyes, siempre y cuando estas
no vayan contra el derecho divino o natural; y nos dio el ejemplo en su
mismísimo Hijo. Podríamos decir que, más que una obligación judicial, se trata de
una obligación amorosa. Es decir, respeto el semáforo en rojo porque
Dios me lo pide y yo quiero agradar a Dios. El ejemplo de los primeros
cristianos es aplastante. Ellos no sólo cumplían con las leyes de la
Roma imperial, sino que, además, eran quienes mejor la observaban:
pagaban sus impuestos, respetaban el orden público, acataban sus
deberes públicos y políticos, etc. La única ley que desobedecieron fue
la de adorar al emperador, porque dicho mandato ofendía los derechos de
Dios, no era justa. Tan ejemplares eran en esto, que se decía de ellos
"los cristianos obedecen todas las normas, pero con su modo de vivir
las trascienden" (Carta a Diogneto). Y era precisamente este testimonio
el que atraía a los paganos a la fe cristiana. Concluyendo, podríamos decir que, más que de una imposición externa,
se trata de fidelidad, detalle y cariño con Dios. Estas normas y leyes
"opcionales" el cristiano las respeta porque ama a Dios y quiere darle
gusto, porque sabe que está dando un buen testimonio, porque está
colaborando a que nuestro mundo sea más humano, más amable, más bueno.
No me fijo si me ve o no el oficial para cumplir; cumplo porque sé que
Dios me ve. |
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