Hijos de la Administración. Por José Luis Lapetra
robots o ¿hijos de la Administración?
Por: Redactor
Sir
George Travelyan dijo en una ocasión que "la educación ha logrado que
las personas aprendan a leer, pero es incapaz de señalar lo que vale la
pena leer" y añado que en ese punto debe ser la familia quien lo haga.
En este sentido me sorprende lo llamativo que resulta para
algunos agentes sociales el controlar la publicidad de bebidas
alcohólicas y similares. Considero que están dando por sentado que los
anuncios por sí mismos son capaces de convencer a los jóvenes de su
consumo y que nada ni nadie es capaz de influir en su decisión. Lo
dicen los buenos de Héroes del Silencio en una de sus canciones cuando
comentan que "siempre hay una disyuntiva ante la cual siempre hay que
elegir, no queda otra alternativa rápidamente hay que decidir" y, lo
que está claro, es que ante los peligros de la vida la administración
no puede tutelar permanentemente la voluntad del menor.
No sirve de nada una Educación para la Ciudadanía ni eliminar todos
los carteles del mundo que hagan referencia a alcohol, tabaco, etc. si
no se tiene una familia que inculque una serie de valores y una serie
de normas cívicas.
Se está intentando suplir el papel de la familia y la Administración
está jugando a ser tutora de los jóvenes en esta sociedad, todo ello
motivado por el poco tiempo que se dedica actualmente a la familia. De
nada sirve que se esté diciendo que se dedica poco tiempo pero de
calidad. Eso, en el fondo, es engañarse a uno mismo. El tiempo debe ser
suficiente y de calidad. Siempre debe ser de calidad. La Administración
debería dejar de inmiscuirse en el papel de la familia y fomentar
políticas de conciliación de la vida familiar y laboral. Todo el mundo
tiene derecho a trabajar y a desarrollarse como persona y
profesionalmente pero debe tener facilidades para compatibilizarlo con
la familia. Es ahí donde debe entrar la Administración y dejarse de
otras tareas que no le competen.
Porque, volviendo al comienzo, cada vez hay más jóvenes que beben
más jóvenes y en mucha más cantidad que hace veinte años y, desde
siempre, han existido anuncios de alcohol o tabaco en las marquesinas
de las ciudades. Entonces, puedo pensar, que quizá ése no sea el
problema de fondo.
José Luis Lapetra