Aquellos que tenemos trato habitual con adolescentes llevamos una vida intensa. Pasamos de las alegrías a los disgustos en cuestión de segundos. Volvemos a revivir esa adolescencia perdida repleta demúsica, exámenes, ligues y secretos.
La casa se llena de vida, de amigos, de ruido y de desorden pero también de conversaciones interesantes, de risas y de alegría. Los padres nos quejamos de "como está el mundo" pero creo que también se quejaron en su día los que ahora son abuelos.
Me gusta esa edad con todas sus contradicciones, crisis y disparates pero me pone enferma la imagen patética y cutre del adolescente que ofrecen las series de televisión, los anuncios, las revistas, la moda y las canciones, dirigidas a ellos.
Los han convertido en una especie de seres irracionales, sin cerebro, sin capacidad de asumir ni media responsabilidad, un manojo de sentimientos extremos sin orden ni concierto que son como su alma y unos cuerpos sólo dispuestos a la diversión a cualquier precio....
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